martes, 31 de diciembre de 2013

4. BUENOS DÍAS

Los primeros rayos de luz entraban por la ventana y cuando uno de ellos me dio en los ojos me desperté sobresaltada. Me costó unos segundos recordar donde estaba, quizá mi subconsciente tampoco quería que lo hiciese, ya que el sueño había sido bastante reparador;  recordé también a Denis, que se debía haber ido a descansar a otra parte cuando me quedé dormida. Intenté levantarme, pero tenía un brazo adormecido; así que utilicé la otra mano para masajearlo, pero un leve tintineo me sorprendió. Me toqué todo el brazo hasta llegar al cabecero de la cama, al que estaba sujeto por unas esposas. Un nudo en la garganta no me deja tragar, empiezo a respirar entrecortadamente y un sudor frío empieza a recorrerme el cuerpo.
― ¿Denis? ―dije intentando sonar lo más tranquila posible. ― ¡Denis!
―Ahora voy― contestó desde otra habitación.
¿Qué coño estaba pasando? ¿Qué significaba esto? ¡Mierda!, no debí haber confiado en él, estaba claro, ¿cómo se me ocurre pasar la noche en la casa de un completo extraño? Traté de zafarme de las esposas, pero solo conseguía hacerme daño en la muñeca. Empecé a ponerme muy nerviosa, no me gustaba nada esta situación, no veía ninguna salida posible, a no ser que todo fuese una broma muy pesada.
―Buenos días Nadia― dijo entrando en la habitación. Llevaba puestos unos guantes de látex y con una jeringuilla extraía líquido de un pequeño bote.
―Qué… ¡¿Qué estás haciendo?! ― probé a soltarme desesperadamente de las esposas, pero era imposible.
―Tranquila, no te preocupes por esto, es solo… solo tengo que probar una cosa.
―¡¡No!! ¡Denis, no! ¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? ― grité horrorizada. Un miedo espantoso me invadía, iba a morir; moriría atrapada en una habitación con todo el caos que reinaba en la ciudad; moriría dejando a mi hermano abandonado a su suerte, moriría traicionada…
―Shhh, tranquila, solo será un momento― dijo mientras me sujetaba el brazo. Clavó la jeringuilla y el líquido penetró lentamente en mi cuerpo abrasándome todo a su paso.
―Pero, ¿por qué? ― dije apenas sin fuerzas, no había nada que hacer, no podía luchar. Denis me miraba tristemente, pero no dijo nada. Cogió otro bote y se dispuso a inyectarme otra dosis, la cabeza empezaba a darme vueltas.

[Seis horas más tarde]

Estaba intranquilo; por una parte se sentía culpable, pero tuvo que hacerlo, no había otra forma de comprobarlo. Se encontraba en la habitación, sentado en una silla al lado de la cama. Nadia no tenía buen aspecto, su brazo estaba amoratado casi negro y las venas estaban hinchadas, parecía que de un momento a otro fuesen a explotar; su cara presentaba un tono grisáceo. No pintaba nada bien y le dolía haber tenido que hacer esto. De repente Nadia se puso a toser, y un halo de esperanza surgió en su interior, pero esa tos no tenía nada de humano, sonaba desgarrada, podrida, muerta. En el momento en que Nadia abrió los ojos, ya no cabía ninguna duda. Denis suspiró y apretó el gatillo. 

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