jueves, 19 de diciembre de 2013

3. RESPIRO

Estaba en el segundo piso y empecé a golpear puerta por puerta para ver si alguna estaba abierta o comprobar si había alguien. Pero nada. Seguí subiendo las escaleras hacia el tercer piso cuando escuché que una puerta se abría en el segundo. Me quedé totalmente quieta escuchando con total atención. Por lo que sabía, los muertos no tenían pinta de saber abrir puertas―por el momento― así que, o la puerta se abrió sola o había alguien en uno de los pisos. No tuve el valor para decir nada, así que seguí escuchando y sentí como unos pasos se acercaron. Cogí el palo de golf con firmeza y esperé. Pero no se escuchó nada más. Bajé despacio las escaleras hasta llegar al pasillo y caminé sin hacer ruido, mirando a todos lados.
―Te prometo que soy inofensivo― dijo una voz detrás de mí. Rápidamente me di la vuelta y con el palo aún en alto observé a aquel chico. Tendría unos veintiséis o veintisiete años, el pelo rubio alborotado y una sonrisa que consiguió tranquilizarme. Pero aun así no solté el palo.―Te vi antes por la ventana… Podría haberle dispara… Hubiese atraído a todos los demás, pensé que sería mejor…―dijo atropelladamente intentando explicarse.
―Muchas gracias―le corté indignada―Ese, ese… ¡podría estar muerta!―dije aún con el palo en alto y me dispuse a bajar las escaleras.
― ¡Espera! No deberías salir ahora, está anocheciendo, yo puedo…― dijo agarrándome un brazo. Me giré rápidamente apuntándole con el palo.
― ¿Tú?, ¿qué?, ¿protegerme?
― Escúchame un momento. Lo siento, siento no haber salido a ayudarte, pero no te iba a dejar morir, créeme, simplemente no quería llamar la atención de las demás criaturas―. Tenía gesto triste, parecía sincero, pero no entendía por qué no había salido antes. ―Si no quisiese ayudarte, no hubiese abierto la puerta, podía haber fingido que no había nadie, pero…
―Vale, vale― dije bajado el palo de golf lentamente― Lo entiendo― La verdad es que sobrevivir sola iba a ser complicado y él tenía un lugar seguro donde pasar la noche. Alargué la mano y él me la estrechó.
Al entrar cerró la puerta a cal y canto, tenía un montón de cerrojos y candados. La puerta estaba reforzada con una placa de hierro, parecía que sabía lo que hacía, pero no podía haber preparado todo esto tan rápido… La casa tenía un aspecto normal, sin contar la cantidad de víveres y botellas que se almacenaban en la cocina. En el salón había dos sofás cubiertos por telas árabes, un par de cuadros de arte egipcia y africana cubrían las paredes y una gran ventana que daba a Gran Vía iluminaba la habitación dándole un aspecto acogedor. Una barra separaba el salón de la zona de la cocina.
―Supongo que tendrás hambre, hay una olla con espaguetis… ¡increíbles!, los he hecho al mediodía. Puedes calentarlos si quieres… el baño está en el pasillo a la derecha por si te quieres duchar, hay toallas y te puedo dejar ropa limpia si quieres.
―Em, muchas gracias. La verdad es que me muero de hambre, pero… ni siquiera me has dicho tu nombre. Yo soy Nadia.
―Denis. Y tú, ¿de dónde vienes?
Le conté mi historia desde el centro comercial, hasta las horribles imágenes que vi en la Plaza de España, terminando por el zombi que me había seguido hasta allí. Él no habló mucho de su historia, simplemente dijo que había perdido a alguien y que desde entonces había decidido hacer de su casa su refugio. Salía a por víveres de vez en cuando y se cargaba a todos los que podía por el camino. Mientras degustaba aquellos espaguetis que me parecieron el manjar más exquisito, seguimos hablando. Comentamos la situación y, según lo que me decía, la televisión hacía días que no emitía nada por lo que no se sabía realmente lo que estaba pasando.
― ¡¿Días?!―dije sorprendida.
―Sí, hará unos tres días que…
― ¿Tres? No me lo puedo creer… he pasado tres días enteros inconsciente en un ascensor… con razón mi… ¡Mi hermano! ¡Tengo que encontrarlo!― dije levantándome de un salto.
―Nadia, Nadia, tranquila… mañana buscaremos a tu hermano, se está haciendo de noche, no deberíamos salir ahora.
― ¡Pero, no puedo dejarlo…!
―No lo dejaremos, mañana lo buscamos, te lo prometo. Podrá arreglárselas… se las ha arreglado durante tres días mientras tú… dormías― dijo con tono burlón para quitarle peso al asunto. Sonreí, dando gracias por haberlo encontrado en mi camino.
Me di un baño caliente que me hizo desconectar de la realidad. Con el estómago lleno y recién duchada todo se veía desde otra perspectiva, me veía capaz de encontrar a mi hermano y de poner un poco de orden en medio de todo este caos. Y el hecho de que un chico encantador me estuviese colocando en la mesa una taza caliente con unas galletas, me hacía salir por unos instantes de aquella jodida pesadilla. Me escuchó llegar y miró hacia mí.
―Te he preparado una infusión, quizá te apetezca, para dormir mejor…
―Mucha gracias… gracias por todo.
―Que va mujer, en todo caso gracias a ti… estos días sólo han sido... contigo aquí todo será más fácil― dijo con una sonrisa triste― todo va a salir bien―.Ojalá tuviese razón. Pero no quería pensar en ello ahora, necesitaba relajarme y descansar.
―Mmm, si no te importa creo que voy a optar por esta infusión― dije cogiendo un pack de latas de cerveza.
― ¡Me gusta tu estilo!
Hablamos durante horas animados por el alcohol. Denis me habló de sus viajes, era dibujante y su inseparable libreta ilustraba todos esos lugares donde había estado, sus experiencias, sensaciones... Los cuadros del salón eran suyos. Me parecía conocerlo de toda la vida.
Un roce en la mejilla me despertó.
―Descansa bonita― susurró desde la puerta. No sé cuánto tiempo llevaba dormida, pero Denis me había traído desde el salón y me había metido en una cama. Su beso de buenas noches me había despertado.
―No, no… ven, no te vayas ― afuera se escuchaban horribles rugidos y de vez en cuando un grito desgarrador―No me dejes sola.
―Eso ni lo dudes pequeña, somos un equipo ahora ― se sentó en la cama y se recostó a mi lado. Sentir calor humano cerca de mí conseguía calmarme.

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