La luz del ascensor
seguía encendida, así que todavía había electricidad. Puede
ser que el habitáculo se quedase bloqueado entre dos pisos, por culpa de alguna
colisión contra la pared, ya que no veía ninguna claridad por la rendija; la verdad es que
no tenía ni la menor idea de cómo había acabado en el ascensor, no era capaz de
recordarlo, quizás por
algún golpe en la cabeza o por el estado de shock, pero eso hacía más difícil pensar en una forma de salir. Opté por lo más
sencillo, darle a algún botón para ver si se movía, pero no hubo suerte. Así
que después de meditar mis posibilidades fríamente, me puse a saltar, esperando
que el golpe contra el suelo no fuese muy fuerte si el ascensor caía; se
escuchaban los ruidos de los cables cediendo y los golpes contra la pared no
eran muy esperanzadores, sin embargo después de cinco o seis saltos el ascensor
hizo su típico sonido de llegar a una planta y comenzó a bajar de forma normal.
Genial. Volvió a sonar la musiquita, y el ascensor
se paró, debía haber bajado un piso; en ese instante las pulsaciones se me dispararon sin apenas darme cuenta,
notaba el corazón bombeando sangre de forma violenta a todas las partes de mi
cuerpo, preparadas para reaccionar ante lo que hubiese afuera. Respiré
profundamente y exhalé con fuerza.
Las puertas del
ascensor se abrieron mostrándome un paisaje que me heló la sangre. Las luces
del centro comercial seguían encendidas como si todo marchase correctamente,
sólo un par de ellas tintineaban, pero esa aparente calma contrastaba con la
ausencia de gente, por lo menos gente viva. Llegaba a contar tres cadáveres
desde donde estaba, pero muchas más manchas de sangre salpicaban el suelo y las
paredes. Los cuerpos, estaban destrozados, miembros despedazados, cachos de
carne esparcidos a su alrededor; su hedor llegaba hasta mí provocándome arcadas
casi incontenibles. Delante de mí se encontraba la tienda de deportes y un poco
más alejada a la derecha podía ver una de las salidas del centro comercial. Me
quedé totalmente en silencio, casi sin respirar en busca de cualquier sonido,
por lo mínimo que fuese, pero todo parecía en “calma”. Caminé lentamente y medio agachada,
mirando hacia todos lados hasta llegar a la tienda de
deportes; me moví con sigilo y rapidez entre los colgadores y stands buscando
lo que necesitaba. Encontré una buena mochila que cogí rápidamente y ¡premio! algo que me serviría de arma provisional:
palos de golf. Me metí un par de ellos en la mochila junto con alguna ropa de abrigo y
salí de la tienda. Decidí alejarme del centro comercial, pues en una situación
de peligro podía convertirse en una ratonera, además no tenía ni idea de cómo
estaban las otras plantas ni de si aún había… criaturas dentro.
Al salir a la calle me fui encontrando con
algún cuerpo más horriblemente descuartizado. Lo más apropiado sería encontrar
un lugar alto desde donde poder observar en qué estado se encontraba la ciudad
y así analizar las posibilidades, y sobre todo, intentar pensar con claridad, luego
ya decidiría el siguiente paso. No estaba muy lejos del Castro, el lugar más
alto dentro de la ciudad, así que empecé a subir la calle lentamente y con los
ojos bien abiertos. La atmósfera que se respiraba estaba enrarecida debido a la
putrefacción que soltaban aquellas criaturas, olía a muerte. La ciudad debía de
estar llena de ellos… pero, ¿dónde se
había metido todo el mundo? La quietud que había en la calle solo conseguía
ponerme más nerviosa, en todo momento parecía que algo iba a pasar, o que
alguien te estaba observando desde algún sitio, era una paz muy desagradable,
no me sentía segura. Tenía que pararme de vez en cuando para poder respirar con
normalidad, tenía la garganta completamente seca, los latidos del corazón
retumbaban por todas las partes de mi cuerpo y la cabeza me daba vueltas. De
vez en cuando se oían ladridos de perros, o gritos de gente a lo lejos. En esos
momentos se me paraba la respiración, cada músculo de mi cuerpo se detenía
deseando no correr la misma suerte.
Seguí caminando,
despacio, pegada al muro de la calle y pronto pude divisar la Plaza de España,
pero en ese mismo instante me metí debajo de un coche, lo más rápido que pude. El
panorama que allí se veía era de película de terror. La gasolinera estaba en
llamas, el humo que desprendía era casi negro por lo que la visibilidad en la
plaza era escasa; esto le daba un aspecto aún más tétrico a la estatua de los
caballos. Unos terribles jinetes se habían apoderado de ellos y los habían
cubierto de sangre y vísceras. Parecía que ellos también buscaban un sitio alto
desde el cual observar a sus víctimas. Cualquiera que viese la imagen podría
afirmar estar viendo a los jinetes del apocalipsis montando a sus corceles.
Cruzar la plaza
estaba totalmente descartado, debía coger la calle que pasaba por detrás de la
gasolinera para así poder seguir hacia el Castro. Bajé un poco la calle para
que no me viesen desde la plaza y crucé corriendo hacia la otra acera. En ese
instante se me heló la sangre… una música empezó a resonar por la calle, me
revolví hacía todos lados para ver de dónde salía hasta que me di cuenta de que
venía de mi bolsillo. No puede ser, no podía estar pasando; rápidamente saqué
el móvil del bolsillo y le di a la primera tecla que pude para que dejase de
sonar. Estaba petrificada en medio de la calle, hasta que unos jadeos me
hicieron volver en mí. Uno de ellos había
bajado de la plaza advertido por la música, ¡JODER! ¡Tenía que correr! Me lancé
a la otra acera y lo primero que vi fue un portal con la puerta rota, entré de
un salto rascándome los brazos con los cristales rotos, eché la mirada atrás
con rapidez y vi que el maldito muerto viviente, o lo que fuese, me seguía.
Subí escaleras de tres en tres, ayudándome con las manos, sujetándome a las
paredes. Empecé a buscar una puerta abierta a toda velocidad, pero no hubo
suerte… el ascensor. No, no, no, otra vez no… escuché ruidos abajo, el cabrón
debía estar entrando por la puerta, con suerte la mitad de su cuerpo putrefacto
se quedaría enganchado en los cristales.
Vuelta a empezar. No
podía creérmelo, otra vez en un puto ascensor, pero la situación había
empeorado, y este era mucho más pequeño. En ese momento de quietud empecé a
escuchar un murmullo, hasta ese momento no me había dado cuenta. ¡El móvil!
― ¡¿Sí?! ¡¿Quién es?!
―dije con un nudo en la garganta.
― ¡Joder Nadia! Llevo
cinco minutos gritándote, escuchaba mucho ruido, no quería colgar, quería
escuchar lo que estaba pasando, tenía que saber que estabas bien, sería
horrible si tú ta…― la voz de mi hermano sonaba asustada, hablaba
precipitadamente.
― ¡Oh, Dios! Gracias…
¡Dime que estás bien! ¿Dónde estás?―le corté.
―Nadia escucha, no
vengas por casa. Ni se te ocurra venir por ca…
― ¿Qué pasó? Gabi, no
me jodas… ¿¡qué coño pasa!?―estaba empezando a ponerme muy nerviosa, ¡BLUM!
Un golpe metálico me
hizo pegar un grito. El móvil cayó al suelo y se separaron todas las piezas.
Mierda, mierda… cogí todas las partes y me las guardé en el bolsillo. El
maldito muerto estaba aporreando la puerta del ascensor, sabía que estaba
dentro. Empecé a darle vueltas a la cabeza pensando cual sería la mejor opción,
dentro de lo que cabe solo era uno y no me podía quedar en ese ascensor ni de
coña. Cogí el palo de golf de la mochila, lo agarré con fuerza y esperé al
siguiente golpe. En el momento en el que aporreó la puerta con su cuerpo, la
abrí de una patada y el zombi cayó al
suelo. Me ensañé con él, abriéndole la cabeza a golpes. No paré hasta estar
totalmente segura de que no se movía, pero al acabar estaba exhausta, me
pesaban los brazos. Estaba cubierta de trozos de carne podrida y sangre, el
hedor empezó a entrarme por la nariz hasta que no pude aguantar más y eché lo
poco que tenía en el estómago. Subí al segundo piso buscando alguna casa en la
que entrar, sería conveniente encontrar algo de comer, lo peor que podía hacer
era debilitarme, necesitaba todas las fuerzas para defenderme estando yo sola.
Bien bien, en la línea del primero!! :D
ResponderEliminarMuy bueno! Me encanta que sean espacios que conozco :)
ResponderEliminarGo on baby!
Gracias niñooos :)
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