− ¿Dónde estás?−dijo Denis con
voz preocupada−vale, tengo que resolver un asunto… que no, no me cuesta nada.
¿Te encuentras bien? Es tarde… ¡Sara, por favor! En un rato estoy ahí−Colgó el
teléfono antes de que pudiese continuar replicando.
Era más de media noche de un martes cualquiera,
un horario habitual para alguien como él. Sin embargo, hacía meses que ya no se
encontraba tan cómodo en la oscuridad nocturna. Cada vez que transitaba las
calles a esas horas de la madrugada un escalofrío le recorría la nuca y sentía
esa extraña sensación de que no estaba solo, esa pesadez en el ambiente, esa
angustia que no te deja tragar, pensar, dormir.
Caminaba deprisa, sin apenas
fijarse en el suelo que pisaba, su cabeza estaba en otro sitio. La calle Hispanidad
se encontraba desierta; solo las luces de un coche le hicieron reaccionar al
llegar a la rotonda. Continuó por la derecha, desde allí ya podía divisar el
campo de futbol. Al llegar echó una ojeada alrededor y vislumbró una silueta en
uno de los bancos blancos situados a los laterales. Un escalofrío volvió a
recorrerle la espalda. La figura se acercó a él.
−Buenas tío ¿lo tienes?−dijo el
chico abrazando a Denis. Estaba intranquilo, su cuerpo se movía en pequeñas
contracciones.
−Toma−Denis le entregó la
mercancía y él le dio un billete arrugado.
−Esto es una locura tío, creo
que hace un mes que no pruebo otra mierda− añadió entre risas− vente de chilling, anda, no seas cabrón.
−Estoy liado, otro día Alex. Ten
cuidado.
−Venga tío, te llamo.
Denis se quedó parado
observándolo mientras se alejaba, con algo rondándole la cabeza, pero finalmente se fue del campo
de futbol y subió hacia el Castro. Atravesó el parque, prefería caminar entre
vegetación, la ciudad volvía a asfixiarlo. No solía aguantar mucho tiempo en un mismo
lugar, sobre todo si estaba repleto de hormigón y asfalto, por eso viajaba
siempre que podía. Pero ahora no podía.
Después de un rato, llegó al número doce de la
calle Camelias y timbró.
− ¿Quién es?− sonó una voz
desde el telefonillo.
−Perdona por timbrar Ana,
¿puedes decirle a Sara que baje?
− ¿Sara? no está aquí Denis…
hoy no la he...
−Mierda, joder…− dijo al salir corriendo sin dejar tiempo a que Ana contestase.
Recorrió la calle hasta llegar
al ayuntamiento y desde allí bajó callejuelas adoquinadas lo más rápido que
pudo; tenía un nudo en la garganta, tenía que correr, ojalá no la encontrase
allí... Pasados quince minutos, estaba golpeando la puerta de aquel maldito
antro. El olor a podredumbre ya se podía sentir desde fuera. No entendía como
antes, hace tiempo, no era capaz de percibirlo. Le abrieron la puerta y entró de un empujón.
Aquella luz tenue teñía todo el
local de un verde amarillento, que ahora mismo solo le podía recordar al
vómito. La atmósfera de humo, polvo y suciedad tampoco ayudaba mucho a la
visión. Las paredes oscuras, que en algún momento estuvieron forradas, se
deshacían en jirones de papel. A la derecha se encontraba la barra, por
llamarla de alguna manera, ya que en ella se mezclaban los vasos con cartones,
con colillas, jeringuillas, botes… A la izquierda se encontraba el primer sofá,
carcomido y con un muelle saliendo hacia afuera, pero a su huésped no parecía
importarle. Mas sofás mugrientos se repartían por toda la sala y allí, al final,
vio a Sara. Pero una voz lo detuvo antes de llegar junto a ella.
− Así que liado, ¿eh?, jodido
mentiroso−dijo entre carcajadas Alex.
Denis hizo caso omiso y siguió
hasta llegar al sofá donde se encontraba Sara.
− ¿Qué haces aquí nena? ¿Por
qué...
− Miraa lo que tengoo− dijo con
picardía mientras se sacaba una bolsita del bolsillo. Le costaba hablar, se le
trababa la lengua y la cabeza se le caía hacia los lados. Tenía la
mirada perdida.
− ¡No Sara!...joder…dijimos que
esto se había acabado…− Una ansiedad horrible estaba empezando a apoderarse de
él, tenía la boca seca y no le salían las palabras. O quizá no las quería
pronunciar. Se tapó la cara con las manos.
− ¡No me defaste probarlo! Solo, solo quiería
probar tu droj…
− ¡¿Qué?! No… nena, mírame… ¡Mírame!
–le abrió los ojos, el color blanco se había vuelto azulado; le revisó los
brazos, el agujero de entrada de la aguja estaba negruzco− ¡Sara, no! ¿Qué has
hecho?...−el mundo se le vino encima, no podía estar pasando. Se levantó con
brusquedad y se dirigió hacia donde estaba Alex. Mientras se iba acercando ya
preparó el puño y lo tiró de un golpe del sofá donde se encontraba. Alex no tuvo
tiempo para reaccionar, pero ya desde el suelo contestó con una especie de
gruñido desgarrado. Denis echó la mano a su pistola bajo la camiseta, pero Alex no se movió.
Cogió a Sara y se la llevó a
casa. Su estado iba empeorando, así que la metió en cama y pasó la noche
abrazado a ella. Tenía convulsiones y su respiración sonaba áspera.
Al día siguiente Sara se
levantó como si no hubiese pasado nada, pero los días sucesivos la cosa empezó
a agravarse; después de la gran dosis que se había metido, el mono que le
sobrevino fue desmedido. No era como el de cualquier otra droga, este mono te iba arrancando todo lo humano y
te convertía en un ser hambriento.
Denis tuvo que conseguir unas esposas para sujetarla en esos días: se volvía
peligrosa, agresiva, era imposible razonar con ella; no dormía, apenas comía y
Denis empezó a hacer lo mismo. Ella empeoraba y Denis no sabía qué hacer, la
desesperación llenaba sus horas, sus minutos… No podía llevarla al médico,
tampoco sabía si había un modo de parar aquello, o de calmarla, o de que
volviese a ser Sara. Cuando estaba con el mono,
ella solo quería comer… en los
pequeños instantes en que volvía en sí, tenía miedo, lloraba durante horas,
sentía algo crecer dentro de ella, algo imposible de parar y lo único que pedía
era otra dosis; Denis la observaba con infinita tristeza, con impotencia.
Con el paso de los días los brotes aumentaron de
intensidad y duración; hasta que un día Sara no volvió a tener nada de humano.
Ese fue el día en que Denis le abrió la
puerta y dejó que se marchase. Ese fue el día en el que cogió una bolsita de su
mesilla y preparó una dosis.
−Voy contigo pequeña.
Respiró profundamente y dejó
que ese fuego abrasase sus venas.
Desgarrador... O.O
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