Cuando
me levanté, después de un rato, advertí que la pistola de Denis seguía en la
cama; así que la cogí y me la guardé bajo la camiseta, al fin y al cabo él me
había dado permiso para quedármela y si él era… seguramente él no la
necesitaría. Analicé el planteamiento de mi viaje durante un momento, para así
poder decidir que tendría que llevarme conmigo y qué cosas me harían falta. Lo
primero era intentar cargar el móvil, ya que si tenía algún problema grave no
tendría más opción que llamar a mi hermano. Abrí el primer cajón de la cómoda de
la habitación de Denis y me sorprendí con lo que encontré; lo primero que vi
fueron unas bolsitas de plástico llenas de una substancia azul, no es que fuese
una experta en droga, pero nunca había visto algo parecido; también había un
par de libretas, una parecía un diario, y una caja de puros habanos con más de
dos mil euros en billetes de veinte, de cincuenta y de cien. En otra caja de
metal más grande, encontré varios gramos de cocaína dispuestos en pequeños saquitos
de plástico, marihuana y varias placas de hachís; había esparcidas por el cajón
muchas más bolsitas de la substancia azul y munición para la pistola. Cada vez
aquella historia se volvía más y más incomprensible, no entendía nada. ¿Por qué
no me había contado nada de esto? Seguí revisando el siguiente cajón, donde
encontré un cargador, entre otras cosas, y rápidamente conecté el móvil.
También descubrí una Polaroid antigua, de las que te sacan la fotografía al
momento, que guardé con cariño para el "viaje".
Después
de comer un poco de los espaguetis que quedaban del día anterior y de darme una
ducha, no sabía cuánto tiempo pasaría hasta que pudiese volver a hacerlo,
revisé mi mochila y repasé meticulosamente si tenía todo lo que necesitaba: la
pistola, munición, el palo de golf y varios cuchillos, indispensables si me
quedaba sin balas, el móvil, comida, un par de botellas de agua, mudas limpias,
la Polaroid, una de las libretas de Denis y un par de bolsitas de la substancia
azul, tenía que averiguar de qué se trataba.
Me
cargué la mochila a la espalda y eché un último vistazo a la casa; inspiré
profundamente y atesoré ese olor característico. Abrí la puerta despacio
mientras le daba vueltas al mismo pensamiento: en el momento en que la cerrase
nunca volvería a entrar, ni tampoco volvería a saber nada de Denis. La cerré
con firmeza y bajé las escaleras; antes de llegar al rellano del primer piso ya
pude sentir el repugnante olor del asqueroso bicho que me había cargado el día
anterior: allí estaba, con la cabeza abierta a golpes y los sesos descompuestos
esparcidos por el suelo. Tuve que taparme la nariz para no vomitar. Pasé con
cuidado a su lado y seguí mi camino; al llegar al portal empecé a notar la
tensión en todos mis músculos, ¿estaba preparada para salir ahí fuera? Tenía
que hacerlo, me quedaba un largo camino por delante, según mis cálculos debían
de haber algo menos de diez kilómetros desde donde me encontraba hasta Toralla;
en una situación normal tardaría, más o menos, dos horas, pero teniendo en
cuenta lo singular de la situación en la que me encontraba, no tenía ni idea;
debía caminar siempre alerta, atenta a cualquier sonido, olor, movimiento…
despacio y confirmando que cada paso que diese fuese seguro, pero debía estar
preparada para encontrarme cualquier cosa, no había cabida para las sorpresas.
Finalmente
me decidí y abrí la puerta del portal con el palo de golf en la otra mano, salí
con cautela y volví a cerrar la puerta asegurándome de que hiciese el menor
ruido posible. Escuché con atención y poco a poco salí hacia la acera; lo
primero que hice fue girar la cabeza hacia la Plaza de España y la imagen que
se contemplaba era la misma que cuando había llegado. No pude resistirme, saqué
la Polaroid de la mochila y esperé el mejor momento para inmortalizar a
aquellos jinetes del Apocalipsis.
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