miércoles, 2 de abril de 2014

12. VOCES

Entre sueños escuchaba voces. Tenía la sensación de que me estaba moviendo y en la conversación que ocurría a mi alrededor podía distinguir alguna voz conocida. Pero mis ojos no querían abrirse y mi mente aún estaba espesa, así que en los momentos de tregua con la oscuridad intentaba escuchar, entender, intentaba articular alguna palabra para que las personas que me rodeaban supieran que estaba despierta; pero esos momentos duraban poco.
La siguiente ocasión en la que empecé a escuchar, una claridad muy débil penetró en mis ojos. Seguía en el túnel. Entreabrí los párpados y fui consciente de que me encontraba en posición horizontal; al parecer me estaban moviendo en una de las camillas. Las personas que me acompañaban seguían hablando.
−Supongo que un par de semanas… ¿Tú?− dijo una de las voces, que sonaba algo ronca.
−Algo menos de un mes. Aunque, sólo fue una dosis… no sé. Oye, tienes que tener cuidado, no se te ve muy…
− ¡Tú sí que deberías tener cuidado con lo que haces! Así que cállate. ¿No ves lo que has conseguido? ¿Qué coño pensabas al traerla aquí? Ya estaría a salvo… ¡joder! Ya habría llegado.
− ¿Crees que iba a dejarla sola, después de saber cómo están las cosas? ¿Y si no conseguía llegar? Nunca me lo perdonarías… ni siquiera me has agradecido que…
− ¿Agradecerte el qué?−le cortó de manera amenazante con una voz que tenía algo más que humano− ¿Este desastre?
Intenté girarme hacia la izquierda, de donde venía la otra voz, para verle la cara. La voz de Denis venía justo de encima de mí, era él quien manejaba la camilla.
−Cálmate, ¿vale?−dijo Denis, al mismo tiempo que detenía la camilla− ¿Cuántas dosis te has metido? Joder Gabi, no te quedan dos semanas tío… va a ser mejor que vuelvas…
Se me heló la sangre… Todo este tiempo en mi subconsciente había sabido que las dos voces que me acompañaban eran conocidas.
− ¡No voy a ninguna parte! Voy a llevarla a Toralla y a asegurarme de que se salva, no como nosotr…− en ese momento saqué las fuerzas suficientes para alargar el brazo y tocar a mi hermano. Pero cuando miró hacia mí, los primeros segundos en que nuestras miradas se cruzaron, me fue difícil reconocerlo. En ese par de segundos pude percibir el azul en sus ojos, pude notar que apenas tenía color en las mejillas y pude apreciar como una sangre extremadamente negra le brotaba de una herida de bala en el hombro derecho. Sin embargo, la sonrisa que se dibujó en su cara tras esos dos segundos, borró esa tétrica máscara que, con todas mis fuerzas, deseaba que fuese un producto de mi imaginación.
−¡¡Pequeña!!− incluso su voz había cambiado ese matiz ronco que tenía antes y se volvió mucho más dulce. Se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Todavía sin ser capaz de creérmelo, lo abracé también y, sin poder evitarlo, respiré profundamente, pero pronto me arrepentí. Percibí algo horrible en su olor; como cuando una fruta lleva muchos días madura y está empezando a pudrirse.
−Gabi…−las palabras no me salían. Tenía un nudo en la garganta, que no me dejaba hablar. Pero la rabia me ayudó y conseguí darle un empujón.−¿Qué coño… qué coño has hecho? ¡Joder! ¿Pero qué mierda está pasando Gabi?−me levanté de la camilla y me puse frente a los dos.
−Tranquila Nadia, todo va a salir bien, solo tenemos…−intervino Denis.
− ¡¿Qué?! ¿Pero, estás de broma? ¡¿Qué está pasando?! No, no, no… dime que estoy soñando… Esto… esto no puede ser. Pero, ¡sois gilipollas! ¿De qué os conocéis, Gabi?
−Pues, de hace bastantes años, pero nos hicimos socios cuando empezamos con esto y…−respondió Gabi.
− ¿Esto? ¿Qué es esto? Oh, Dios… Gabi, ¿qué has hecho?, tú sólo pasabas yerba… eran unas pelas, tú sólo… tú… mierda... ¿estás… te estás convirtiendo? Dios, no…−la cabeza me estaba empezando a dar vueltas otra vez, así que me volví a sentar en la camilla y apoyé la cara en las manos.
Uno de los dos se acercó a mí con cautela; pero yo ya no tenía fuerzas, así que dejé que se acercase. Se sentó a mi lado, me rodeó con un brazo y me besó en el pelo; se quedó ahí durante un rato apoyado sobre mi cabeza. Supe que era Denis porque no desprendía ese olor a descomposición. Alcé la cabeza y justo enfrente estaba Gabi, apoyado contra la pared con la cabeza baja. Me miró y se acercó a mí. Se agachó y me agarró las manos; tenía los ojos vidriosos. Aquellos ojos azulados, que siempre habían sido marrones, estaban llenos de lágrimas.
−Nadia, lo siento mucho…esto es una locura, esto… nada de esto tendría que haber pasado…
−Pero, ¿qué habéis hecho?...
−Nosotros no sabíamos esto. No sabíamos que era esto lo que estábamos comprando. Se suponía que era una nueva droga de diseño, que sus efectos eran muy potentes…−dijo Gabi.
− ¡¿Potentes?! Joder… ¿por qué os habéis metido esto?
−Escúchame, ya sé que tienes miedo… Yo tengo miedo, Nadia… y no sé cuánto tiempo podré ayudarte. Yo sólo quiero… sólo quiero ponerte a salvo y que no estés cerca de mí cuando esto acabe. De hecho, deberías estar en Toralla, si no fuera por…−dijo Gabi
− ¡Ella tenía derecho a verte, Gabi! No iba a dejar que llegase a Toralla y se encontrase con la realidad de que tú no ibas a estar allí. Tiene derecho a saber. Y tiene derecho a despedirse si quiere…−le cortó Denis.
−Pero, ¿ves lo que ha pasado trayéndola aquí abajo? Aquí no está segura, podría haberle pasado algo− en ese momento recordé los disparos y me sentí muy culpable. Me sentí miserable.
−Estos días la he protegido y cuando tú la enviaste a Toralla, sola, yo la seguí para asegurame de que estaba bie…
−Basta chicos… por favor. ¿Alguien me puede decir a cuántas personas he asesinado?
Los dos se quedaron callados, mirándome fijamente.
−Ha sido un accidente, esas personas no iban a sobrevivir… las que murieron ya estaban en un estado avanzado de infección…−dijo Denis.
−No me lo perdonaré en mi vida…−me acerqué a mi hermano− ¿y este disparo, te lo he hecho yo?− pregunté a Gabi.
Él bajó la cabeza, pero me bastó como contestación.
−Tenemos que curarte eso, tenemos que…−dije apresuradamente.
−Tenemos que llegar a Toralla, vamos…− añadió simplemente.

Tras unos minutos sin mediar palabra, los tres nos pusimos a andar, aunque aún quedaban muchas preguntas que hacer y muchas respuestas que escuchar. No iba a ser tan fácil llevarme a Toralla sin más.

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