martes, 29 de abril de 2014

13. BUSCANDO UNA SALIDA

Llevábamos unos cuarenta minutos caminando y los jadeos de Gabi estaban empezando a ponerme muy nerviosa. Además, un sentimiento de culpabilidad horrible me recorría el cuerpo; no era capaz de sacarme de la cabeza el sonido de los disparos y toda aquella sangre… ¿qué me diferenciaba de esas criaturas? Yo había matado a gente inocente como si fuese una lunática, había perdido el control sobre mí misma. Era una sensación muy desagradable, ya que cuando intentaba recordar el momento de los disparos, lo observaba todo como si fuese una mera espectadora, como si no fuese dueña de mi cuerpo en ese momento. Lo veía todo tras una fina y borrosa capa de irrealidad, bueno, a decir verdad, hacía días que toda mi vida parecía tener ese extraño filtro en el que todo lo que ocurría a mi alrededor parecía salido de una película mala de serie B.
Intenté dejar la mente en blanco o simplemente caminar sin pensar en nada, pero era imposible, así que me dediqué a observar a mis dos acompañantes e intentar saber en qué estarían pensando ellos. Denis caminaba con la cabeza baja, inmerso en sus pensamientos, bajo aquel pelo rubio alborotado. No tenía aspecto de estar convirtiéndose en un zombie −todavía−, se le veía bastante sano, además sus rasgos dulces disimulaban el cansancio y las innumerables noches que debía de llevar sin dormir. Seguramente él también tenía miedo, como todos, pero siempre tenía una sonrisa o una palabra amable. La verdad es que los últimos días había actuado como una especie de ángel de la guarda para mí, eso me recordó a uno de mis libros favoritos, uno en el que una niña se hacía amiga de un extraño muchacho llamado Kai y él la protegería por el resto de su vida. Por alguna razón, sentía que Denis era mi Kai.
Por otro lado estaba Gabi. Él caminaba tenso, a veces sus músculos se contraían en pequeñas convulsiones y el disparo del hombro presentaba una asquerosa mancha de sangre negra, todavía húmeda. Me costaba mucho mirarlo, ya que poco a poco podía notar como mi hermano se desvanecía para dar lugar a una de esas criaturas, que de un momento a otro podría estar caminando a nuestro lado. Sus mejillas llenas de pecas ya no existían, en su lugar ese tono de piel azulado, blanquecino, se iba apoderando de todo su cuerpo. Tenía un aspecto enfermizo y también sonaba a enfermo. Él también era para mí una especie de protector, ya que era cinco años mayor que yo y siempre había cuidado de mí… Hacía dos años que nos habíamos ido a vivir juntos y, aunque los dos éramos bastante independientes, compartíamos mucho tiempo juntos. Estos pensamientos no ayudaron mucho a mejorar mi estado de ánimo… esto no podía estar pasando… ¿realmente iba a desaparecer para siempre?, ¿seguro que no había alguna forma de parar esta locura?, ¿de recuperar a mi hermano?
− ¿Por qué lo hiciste?− dije, de repente, con un hilo de voz. Gabi me escuchó perfectamente, pero no contestó. Eso sólo consiguió que mi tristeza se transformase en rabia.− ¿Por qué te inyectaste esa mierda, Gabi? ¿Podrías explicármelo? ¿Por qué fuiste tan jodidamente egoísta? ¡¿Me lo vas a decir o esperarás a que tu voz se convierta en un gruñido para no tener que contármelo?! ¡¿Eh?!
Gabi se paró en seco mirando al suelo. Las palabras me habían salido solas. Pero en el mismo momento en el que estaban saliendo de mi boca ya me estaba arrepintiendo de pronunciarlas. No debería haber dicho eso.
−No querí…
−No, no, tranquila… tienes razón− su voz sonaba muy humana, muy suave. Sonaba dolida y triste. Le había hecho daño.− La verdad es que cuando lo hice no tenía ni idea de que algo así pudiese ocurrir, nadie lo pensaba, ¿quién iba a imaginárselo? Era droga, una nueva droga, sí, pero droga al fin y al cabo. Droga del mundo real… no una droga… no una droga salida de una puta película de terror, ¡sabes! ¡No tenía ni puta idea Nadia! ¡Ni puta idea! Además, ¿de qué coño te sorprendes?, ¿de qué tu hermano, el yonqui de mierda, se haya drogado? ¡Ya ves, qué sorpresa!, ¿no?
− ¡Yo no he dicho eso!
−Pero lo piensas, ¿no? ¡Estaba claro que el…
−Ya vale Gabi… por favor. Yo siempre he estado a tu lado. ¿No puedes entender que tenga miedo? Que no quiero quedarme sola… ¿No hay alguna forma… algo para pararlo?
−Lo mejor va a ser que te hagas a la idea. No me queda mucho tiempo pequeña…
Esa frase me sentó como un jarro de agua fría, pero no pude contestar. Nos quedamos en silencio, ya que desde el fondo del túnel se escuchaban unos pasos que se acercaban a nosotros.
−Cincuenta metros más adelante está la otra puerta Gabi, ve con ella, yo espero−dijo Denis sacándose la pistola de debajo de la camiseta. Debía de habérmela cogido después de que me desmayase.−Os alcanzo ahora.

Gabi me miró muy serio y salimos corriendo hacia la puerta del final del túnel. Unas escalerillas subían hasta una trampilla. Eché una última mirada a donde se encontraba Denis y subí las escaleras. Al salir todo estaba bastante oscuro. Gabi me dijo dónde nos encontrábamos. Tenía sentido ¿Dónde sino iba a terminar un túnel así?

miércoles, 2 de abril de 2014

12. VOCES

Entre sueños escuchaba voces. Tenía la sensación de que me estaba moviendo y en la conversación que ocurría a mi alrededor podía distinguir alguna voz conocida. Pero mis ojos no querían abrirse y mi mente aún estaba espesa, así que en los momentos de tregua con la oscuridad intentaba escuchar, entender, intentaba articular alguna palabra para que las personas que me rodeaban supieran que estaba despierta; pero esos momentos duraban poco.
La siguiente ocasión en la que empecé a escuchar, una claridad muy débil penetró en mis ojos. Seguía en el túnel. Entreabrí los párpados y fui consciente de que me encontraba en posición horizontal; al parecer me estaban moviendo en una de las camillas. Las personas que me acompañaban seguían hablando.
−Supongo que un par de semanas… ¿Tú?− dijo una de las voces, que sonaba algo ronca.
−Algo menos de un mes. Aunque, sólo fue una dosis… no sé. Oye, tienes que tener cuidado, no se te ve muy…
− ¡Tú sí que deberías tener cuidado con lo que haces! Así que cállate. ¿No ves lo que has conseguido? ¿Qué coño pensabas al traerla aquí? Ya estaría a salvo… ¡joder! Ya habría llegado.
− ¿Crees que iba a dejarla sola, después de saber cómo están las cosas? ¿Y si no conseguía llegar? Nunca me lo perdonarías… ni siquiera me has agradecido que…
− ¿Agradecerte el qué?−le cortó de manera amenazante con una voz que tenía algo más que humano− ¿Este desastre?
Intenté girarme hacia la izquierda, de donde venía la otra voz, para verle la cara. La voz de Denis venía justo de encima de mí, era él quien manejaba la camilla.
−Cálmate, ¿vale?−dijo Denis, al mismo tiempo que detenía la camilla− ¿Cuántas dosis te has metido? Joder Gabi, no te quedan dos semanas tío… va a ser mejor que vuelvas…
Se me heló la sangre… Todo este tiempo en mi subconsciente había sabido que las dos voces que me acompañaban eran conocidas.
− ¡No voy a ninguna parte! Voy a llevarla a Toralla y a asegurarme de que se salva, no como nosotr…− en ese momento saqué las fuerzas suficientes para alargar el brazo y tocar a mi hermano. Pero cuando miró hacia mí, los primeros segundos en que nuestras miradas se cruzaron, me fue difícil reconocerlo. En ese par de segundos pude percibir el azul en sus ojos, pude notar que apenas tenía color en las mejillas y pude apreciar como una sangre extremadamente negra le brotaba de una herida de bala en el hombro derecho. Sin embargo, la sonrisa que se dibujó en su cara tras esos dos segundos, borró esa tétrica máscara que, con todas mis fuerzas, deseaba que fuese un producto de mi imaginación.
−¡¡Pequeña!!− incluso su voz había cambiado ese matiz ronco que tenía antes y se volvió mucho más dulce. Se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza. Todavía sin ser capaz de creérmelo, lo abracé también y, sin poder evitarlo, respiré profundamente, pero pronto me arrepentí. Percibí algo horrible en su olor; como cuando una fruta lleva muchos días madura y está empezando a pudrirse.
−Gabi…−las palabras no me salían. Tenía un nudo en la garganta, que no me dejaba hablar. Pero la rabia me ayudó y conseguí darle un empujón.−¿Qué coño… qué coño has hecho? ¡Joder! ¿Pero qué mierda está pasando Gabi?−me levanté de la camilla y me puse frente a los dos.
−Tranquila Nadia, todo va a salir bien, solo tenemos…−intervino Denis.
− ¡¿Qué?! ¿Pero, estás de broma? ¡¿Qué está pasando?! No, no, no… dime que estoy soñando… Esto… esto no puede ser. Pero, ¡sois gilipollas! ¿De qué os conocéis, Gabi?
−Pues, de hace bastantes años, pero nos hicimos socios cuando empezamos con esto y…−respondió Gabi.
− ¿Esto? ¿Qué es esto? Oh, Dios… Gabi, ¿qué has hecho?, tú sólo pasabas yerba… eran unas pelas, tú sólo… tú… mierda... ¿estás… te estás convirtiendo? Dios, no…−la cabeza me estaba empezando a dar vueltas otra vez, así que me volví a sentar en la camilla y apoyé la cara en las manos.
Uno de los dos se acercó a mí con cautela; pero yo ya no tenía fuerzas, así que dejé que se acercase. Se sentó a mi lado, me rodeó con un brazo y me besó en el pelo; se quedó ahí durante un rato apoyado sobre mi cabeza. Supe que era Denis porque no desprendía ese olor a descomposición. Alcé la cabeza y justo enfrente estaba Gabi, apoyado contra la pared con la cabeza baja. Me miró y se acercó a mí. Se agachó y me agarró las manos; tenía los ojos vidriosos. Aquellos ojos azulados, que siempre habían sido marrones, estaban llenos de lágrimas.
−Nadia, lo siento mucho…esto es una locura, esto… nada de esto tendría que haber pasado…
−Pero, ¿qué habéis hecho?...
−Nosotros no sabíamos esto. No sabíamos que era esto lo que estábamos comprando. Se suponía que era una nueva droga de diseño, que sus efectos eran muy potentes…−dijo Gabi.
− ¡¿Potentes?! Joder… ¿por qué os habéis metido esto?
−Escúchame, ya sé que tienes miedo… Yo tengo miedo, Nadia… y no sé cuánto tiempo podré ayudarte. Yo sólo quiero… sólo quiero ponerte a salvo y que no estés cerca de mí cuando esto acabe. De hecho, deberías estar en Toralla, si no fuera por…−dijo Gabi
− ¡Ella tenía derecho a verte, Gabi! No iba a dejar que llegase a Toralla y se encontrase con la realidad de que tú no ibas a estar allí. Tiene derecho a saber. Y tiene derecho a despedirse si quiere…−le cortó Denis.
−Pero, ¿ves lo que ha pasado trayéndola aquí abajo? Aquí no está segura, podría haberle pasado algo− en ese momento recordé los disparos y me sentí muy culpable. Me sentí miserable.
−Estos días la he protegido y cuando tú la enviaste a Toralla, sola, yo la seguí para asegurame de que estaba bie…
−Basta chicos… por favor. ¿Alguien me puede decir a cuántas personas he asesinado?
Los dos se quedaron callados, mirándome fijamente.
−Ha sido un accidente, esas personas no iban a sobrevivir… las que murieron ya estaban en un estado avanzado de infección…−dijo Denis.
−No me lo perdonaré en mi vida…−me acerqué a mi hermano− ¿y este disparo, te lo he hecho yo?− pregunté a Gabi.
Él bajó la cabeza, pero me bastó como contestación.
−Tenemos que curarte eso, tenemos que…−dije apresuradamente.
−Tenemos que llegar a Toralla, vamos…− añadió simplemente.

Tras unos minutos sin mediar palabra, los tres nos pusimos a andar, aunque aún quedaban muchas preguntas que hacer y muchas respuestas que escuchar. No iba a ser tan fácil llevarme a Toralla sin más.